Mariátegui y Amauta
Viernes Literario: Mariátegui, Amauta y una nota autobiográfica
Por Pavel Ugarte Céspedes
José Carlos Mariátegui La Chira (Moquegua, 14 de junio 1894 – Lima, 16 de abril 1930), fue uno de los más grandes ensayistas y pensadores peruanos. Su célebre libro “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928), ha sido estudiado y traducido a múltiples idiomas y todavía hoy, retrata grandes problemas nacionales como el centralismo, los conflictos sociales por el agua y la tierra como la participación activa de los pueblos originarios en la vida nacional.
Desde las revistas Amauta (1926-1930) y Labor (1928-1929), remeció las bases ideológicas latinoamericanas del temperamento artístico y social de principios del siglo pasado. Por lo mismo, es considerado “El Amauta” por su vasto legado registrado en artículos y ensayos que en el Perú y el continente, sentaron las bases de la renovación intelectual, artística e ideológica que originaron los grandes cambios sociales en el siglo XXI. El recientemente desaparecido José Miguel Oviedo, sintetiza la trascendencia de su trabajo: “organiza el partido socialista peruano, que será la base del futuro Partido Comunista del Perú; y publica La escena contemporánea (Lima, 1925) y 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (Lima, 1928); ésta última es su obra magna y un verdadero hito del marxismo en el continente”.(Breve Historia del Ensayo Hispanoamericano / Alianza Editorial 1991. Pp. 67).
Para quienes consideramos que el trabajo en el ámbito cultural es necesario para reformular el orden político, su experiencia es sustancial y su perspectiva una herencia ideológica a materializar; prosigue el maestro Oviedo: “Su visión de la cultura formaba parte del mismo proyecto [político]. Algo que hay que destacar en Mariátegui y que lo pone por encima de muchos correligionarios hispanoamericanos y europeos, es su comprensiva visión del arte en el proceso revolucionario. Estuvo lejos de ser un comisario fanático y receloso de las llamadas «formas burguesas» de creación estética. Al contrario: fue un introductor comprensivo y hasta entusiasta de la vanguardia europea e hispanoamericana, del surrealismo, de los descubrimientos de la psicología y la ciencia de su época.” (Ob. Cit. Pp.68).
“Amauta” fue una revista cultural de incidencia política fundada y dirigida por José Carlos Mariátegui, a quien hasta hoy se le reconoce con el cariñoso y respetado apelativo de Amauta. Apareció en 1926 y fue para el Perú y el continente americano la vanguardia del pensamiento renovador de transformación social. Rescató las voces intelectuales y artísticas más importantes de las regiones del Perú y entre sus colaboradores estuvieron escritores internacionales como Marinetti, Borges, Unamuno y Breton por citar solo algunos. Difundió nuevas corrientes de pensamiento europeo como el psicoanálisis, el cubismo o la nueva narrativa rusa sin perder de vista la naciente corriente indigenista en el Perú. Considero ahí radica, la originalidad de su pensamiento de profundas raíces peruanas pero sin aislarse del contexto internacional.
La portada del primer número de Amauta le pertenece al maestro, José Sabogal, quien hiciera el programa gráfico integral de la revista además de haber sugerido el nombre proponiendo a su vez, los debates del indigenismo surandino en los contenidos hasta su desaparición en 1930, acaecida también con la dolorosa pérdida de Mariátegui. (Adjunto una imagen del texto que el cuerpo editorial de Amauta publica para dar a conocer la nefasta noticia).
Cuando trabajamos en el rescate bibliográfico de la Biblioteca Municipal del Cusco, Gustavo Pérez Ocampo, tuvimos acceso a algunos de los ejemplares de la revista como también al número 1, fechado en septiembre de 1926. Sin titubear, el director expone: “No hace falta declarar expresamente que amauta no es una tribuna abierta a todos los vientos del espíritu. Los que fundamos esta revista no concebimos una cultura y un arte agnósticos. Nos sentimos una fuerza beligerante, polémica… Soy un hombre con una filiación y una fe. Lo mismo puedo decir de esta revista, que rechaza todo lo que es contrario a su ideología así como todo lo que no traduce ideología alguna.” (Adjunto imagen de la primera portada).
Gracias la Empresa Editora Amauta, la cual asumen sus hijos –José Carlos, Javier y Sandro–, tenemos un resguardo de su obra como también de los múltiples estudios sobre ella, el arte, la cultura y las ciencias sociales. Se ha tratado mucho de manipular su palabra para intereses dogmáticos y nada más distante de su postura heterodoxa. Entendía que todo proyecto político parte de “un sentimiento nuevo” como lo retrata al final de los 7 ensayos: “Pero, bajo este flujo precario, un nuevo sentimiento, una nueva revelación se anuncian. Por los caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprocha, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos.”
No hay un solo atisbo de violencia en su pensamiento socialista y se enfrentó abiertamente a las presiones del comunismo internacional. Era quien afirmaba que “el socialismo en el Perú no sería calco ni copia, sino creación heroica”. Y su vida lo respaldaba. A pesar de haber sido atormentado por la pobreza, fue un estudiante brillante; a pesar de haber sufrido una penosa enfermedad desde niño, la que finalmente la llevó a la muerte, fue un incansable escritor, trabajador y agitador de masas desde un trabajo tenaz y organizado. Tenía 35 años y todo un legado a cuestas. Parapetado ante la represión del gobierno de turno como también del comunismo recalcitrante tuvo que tomar la decisión de salir del Perú, objetivo que nunca llega a cumplir.
Es necesario releer a Mariátegui no sólo por su calidad literaria y claridad científica, sino también por la vigencia de los debates que propone y las ideas que motiva por un Perú inclusivo y solidario. Él y nadie más que él, tiene la primera y última palabra sin mediadores ni alquimistas:
“Aunque soy un escritor muy poco autobiográfico, le daré yo mismo algunos datos sumarios. Nací el 94. A los 14 años entré de alcanza-rejones en un periódico. Hasta 1919 trabajé en el diarismo, primero en “La Prensa”, luego en “El Tiempo”, finalmente en “La Razón”. En este último diario patrocinarnos la reforma universitaria. Desde 1918, nauseado de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo. De fines de 1919 a mediados de 1923 viajé por Europa. Residí más de dos años en Italia donde desposé una mujer y algunas ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y otros países. Mi mujer y mi hijo me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa concerté con algunos peruanos para la acción socialista. Mis artículos de esa época señalan estas estaciones de mi orientación socialista. A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación europea e inicié mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método marxista. En 1924 estuve, como ya lo he contado, a punto de perder la vida. Perdí una pierna y me quedé muy delicado. Habría seguramente ya curado del todo con una existencia reposada. Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual me lo consienten. No he publicado más libros que el que Ud. conoce. Tengo listos dos y en proyecto otros dos. He aquí mi vida en pocas palabras. No creo que valga la pena hacerla notoria; pero no puedo rehusarle los datos que Ud. me pide. Me olvidaba: soy un autodidacta. Me matriculé una vez en Letras en Lima, pero con el solo interés de seguir el curso de latín de un agustino erudito. Y en Europa frecuenté algunos cursos libremente, pero sin decidirme nunca a perder mi carácter extra-universitario y tal vez, si hasta anti-universitario. En 1925 la Federación de Estudiantes me propuso a la Universidad como catedrático en la materia de mi competencia; pero la mala voluntad del Rector y, seguramente, mi estado de salud, frustraron esta iniciativa.”
(De la carta de fecha 10 de enero de 1927, enviada por José Carlos Mariátegui al escritor Enrique Espinoza (Samuel Glusberg), director de la revista La Vida Literaria, editada en Buenos Aires.)