Economía circular, cooperativismo y desarrollo sostenible
Inty Grønneberg: “La nueva ola es el desarrollo sostenible”
Como si las paradojas de estos días fuesen maleza que se interpone en el camino, Inty Grønneberg desbroza el terreno y abre trechos. Este ingeniero y científico ibarreño nacido en 1984 dirige la empresa de desarrollo tecnológico Ichthion Limited, una firma británico-ecuatoriana basada en el concepto de economía circular, que cuenta con ocho personas trabajando en Reino Unido y 7 en Ecuador.
En diciembre del 2018, la revista MIT Technology Review le otorgó el título de Inventor del año por haber creado Azure, un mecanismo capaz de extraer los plásticos y desechos sintéticos de ríos y océanos para descontaminarlos. Dos meses después, firmó un acuerdo con el gobierno ecuatoriano para aplicar su invento en los ríos Guayas y Esmeraldas. Sin embargo, los procesos avanzan lento. Hasta antes de la emergencia, Inty -quien reside en Londres desde hace seis años- viajaba una vez por mes hacia Ecuador para implementar su proyecto. El objetivo: evitar que las corrientes del océano Pacífico acarreen desechos contaminantes hacia las costas de las islas Galápagos.
Ichtion Limited, además, trabaja paralelamente con una fundación que busca integrar a recicladores de base en una dinámica de economía circular que les hace partícipes de la generación de tecnología para el reciclaje y les convierte en socios de la organización. Según la Red Nacional de Recicladores del Ecuador, hay aproximadamente 20 000 recicladores de base en el país. “El 67% son mujeres y ganan la mitad de un sueldo básico por trabajar 6 días por semana”, detalla Inty. Con él charlamos en un videochat sobre lo que el mundo enfrenta y sobre las preguntas que a la humanidad le urge responder ahora.
¿Cómo pensar los ecosistemas del planeta ahora, durante la emergencia sanitaria por el CVID-19, y en una eventual etapa post-pandemia?
Empiezo por definir ecosistema: cuando hablamos de ecosistemas tenemos dos factores, El uno es la biodiversidad y el otro es la vida silvestre. Ambos se han visto severamente afectados durante las últimas décadas, o, mejor dicho, desde la primera Revolución Industrial. La humanidad siempre ha vivido en desarmonía con la naturaleza, el problema es que conforme hemos aumentado nuestra población esta desarmonía ha ido aumentando. A veces romantizamos el pasado pensando que la humanidad vivía con ciertos grados de armonía, lo cual no es cierto. Nosotros no teníamos un pensamiento sostenible. Lo que pasa es que éramos sociedades menos complejas, más segregadas y teníamos menos afectación. A raíz de la primera revolución industrial empezamos a tener un acceso nunca antes visto a medicinas y a productos de primera necesidad. Lo que hace la primera revolución industrial es masificar la cantidad de recursos y se empieza a dar el crecimiento poblacional.
Antes de la primera revolución industrial, de cinco personas que nacían en una familia tres fallecían, y por eso se daba cierto grado de equilibrio. Era un tema de supervivencia. Así, entonces, avanzamos en las revoluciones industriales y llegamos a la actualidad, bordeando los 7 billones de personas, y esto genera efectos que se pueden resumir en algo muy sencillo: la forma lineal en la cual vive nuestra sociedad. Estamos acostumbrados a consumir productos y luego de consumirlos a arrojarlos. Estamos acostumbrados a esa linealidad. Nuestras actividades no piensan en lo circular y esto se traduce en las emisiones que generamos al transportarnos de un sitio a otro o en los productos que consumimos. Lo que está sucediendo a nivel planetario es que estamos llegando a un punto de no retorno, que se estima que será en el 2030, y si no cambiamos la forma de relacionarnos con la naturaleza, la humanidad se va a extinguir. No la naturaleza, que más bien se va a recuperar. La naturaleza nos está dando señales. El coronavirus es una enfermedad infecciosa que nace de la vida silvestre como producto de nuestra intervención cada vez más indiscriminada, de consumir productos animales sin pensar en ninguna responsabilidad, de reducir los espacios de vida que son espacios de biodiversidad. Se estima que el 75 % de las enfermedades infecciosas vienen de la vida silvestre. Los efectos de lo que vivimos son efectos de lo que estamos haciendo con la naturaleza.
¿Crees que luego de la llegada de esta pandemia, deberíamos revisar los famosos objetivos de desarrollo del milenio y acelerar los cambios que la humanidad se ha propuesto?
Sí. El tiempo se nos está acabando. La humanidad está caminando hacia un barranco y la inercia nos está llevando hacia ese barranco. Las poblaciones modernas -nosotros, los jóvenes- nacemos en un mundo en el cual se piensa que las reglas están muy establecidas. Por ejemplo, esa linealidad económica que está empujándonos hacia ese barranco. Las señales son muy claras y nos invitan a repensar. El hecho de revisar desde nuestras casas imágenes de lo que pasa afuera, en la naturaleza, cómo los cielos se limpian, cómo los animales asoman en sitios donde antes no podían estar, nos revela que somos un problema si nos ponemos a pensar en la afectación que le estamos generando a la naturaleza, y ese es el camino de no retorno. Si no empezamos a transformarnos y a repensar nuestra forma de actuar, a repensar los modelos económicos, nos seguimos empujando hacia ese barranco del no retorno.
La comunidad científica también se ha ido adaptando a estos cambios en la mirada hacia la naturaleza. ¿Hay un momento que tú identifiques como un límite en esos avances científicos?
Sí. Volviendo a la idea del crecimiento industrial, cada factor clave ha sido definido en una idea muy clara: en la primera revolución industrial se buscaba una masificación de productos, no hubo conciencia de la afectación que esto podría generar, había necesidad de hacer llegar esos productos a la mayor cantidad de personas. Luego, en una segunda revolución industrial, se empieza a tecnificar, con la producción del acero, se empieza a masificar los métodos de consumo. En una tercera parte entra ya la electrónica. Todas estas dinámicas se han pensado hacia la masificación y hacia crear mayor complejidad en los productos en pro de la tecnología. La cuarta revolución recién empieza a hablar un poco de la eficiencia. Entonces, la ciencia trata de analizar los efectos evidentes de lo que está sucediendo, y cada vez más se ha dado cuenta y ha presentado mayor información sobre el impacto ambiental que estamos generando y hacia dónde eso nos va a llevar, que es la extinción. La humanidad no había concebido en su conciencia colectiva la posibilidad de que podemos autodestruinos.
Muchos de nosostros nos hacemos demasiadas preguntas durante el encierro y pensamos en las preguntas que nos haremos al salir del encierro, si es que salimos. Mientras tanto, los líderes del mundo piensan tan solo en cómo recuperar el dinero perdido. ¿No es esta una paradoja grave y peligrosa?
Sí. Sí es desafortunado. El estatus quo se encuentra en jaque ahorita. Esta pandemia pone en peligro los sistemas de salud de los países, y eso destruye uno de los principales valores de estar en sociedad, que es la protección a los individuos. Por otro lado, hay un costo social muy alto que es renunciar a nuestras libertades, a la libertad de poder movernos por tener que estar en cuarentena. Eso demuestra mucho la inequidad: no es lo mismo estar en cuarentena para una familia de clase media, media-alta o alta, mientras que para los sectores más pobres, y en sociedades más inequitativas como la latinoamericana, pedimos que se queden en sus casas a personas que no tienen una refrigeradora llena y que tenían que salir todos los días a buscar el dinero para el pan de cada día. Es un paradigma nunca antes visto. Pedimos a la gente a través de los medios que obedezca y se quede en casa para proteger al sistema de salud de una sociedad y tenemos que poner al ejército en las calles. ¡Es necesario, pero eso no puede quedarse ahí sin una ayuda de los grupos económicos que son los que más tienen! Es un sacrificio que tenemos que hacerlo todos y que va más allá de la caridad. Es momento de pensar en un cooperativismo, no solamente en una caridad para espantar el fantasma de la culpa cuando pasan estas cosas con los que menos tienen.
Estos índices de desigualdad en el continente revelan también que Ecuador es uno de los países más inequitativos de la región. ¿Qué tan relevante es esta información ahora?
Latinoamérica -en los índices de inequidad a nivel mundial- es la sociedad más desigual. La brecha entre los que más tienen y los que menos tienen es mucho mayor en nuestra región. Esta es la segunda vez en pocos meses que estamos planteándonos esta duda, porque ya nos pasó en octubre. La politización del evento hizo que se buscaran culpables, pero la realidad es que mucha gente vive en el desempleo. Solo 4 de cada 10 ecuatorianos tienen empleo pleno, el resto tiene un subempleo, lo cual les mantiene en incertidumbre, o no tienen empleo alguno. Ahora son los más afectados, una vez más. Necesitamos repensarnos como sociedad. Y hay otra paradoja: somos la región más biodiversa del planeta. La región más biodiversa es la región más inequitativa. ¿Cómo proteger al ambiente si no hacemos un cambio de nuestra estructura de inequidad? ¿Cómo generar desarrollo sin destruir el ambiente? ¿Cómo reducir esta brecha que es evidente todos los días?
¿Cómo crees que nosotros -la sociedad civil- podemos reorganizarnos para enfrentar las decisiones de quienes ostentan el poder, que cuando termine esto podrían tomar medidas para recuperar las arcas de los grandes capitales a costa del bienestar de las sociedades? ¿Cómo los ciudadanos de a pie tomamos partido en esta gran paradoja que estamos viviendo?
El primer evento es abrir los ojos para ver que hacia donde estamos yendo nos va a llevar a la extinción. Ahora, esta extinción no va a ser instantánea. Va a haber ciertos países que van a sufrir más que otros y el Ecuador es uno de esos. Y no es una falta de capacidad, tenemos muchos mitos en nuestra cabeza y uno de esos es sentirnos inferiores a otras sociedades, y no es así. El ecuatoriano es una persona muy trabajadora. Somos gente emprendedora y las estadísticas lo demuestran. El Global Entrepreneurship Monitor ve que Ecuador es el país más emprendedor por cinco años seguidos en la región, aunque lo hacemos por necesidad… Pero hay otros países en donde, a pesar de las crisis, la gente baja los brazos. El ecuatoriano no baja los brazos sino que trata de salir adelante. Entonces, hay que empezar a percbirnos como lo que somos: esa sociedad trabajadora y luchadora a la que le falta organizarse más. Nos falta darnos cuenta de que nuestras decisiones colectivas tienen un valor. Y quizá se necesita un cambio en la política. Necesitamos hacer un reset, porque la inequidad, la situación de nuestro sistema de salud -que está en el puesto 101 de 194 países según la OMS- hacen que sea el momento de una reinvención, una solución más allá de las tradicionales izquierdas o derechas. ¿Dónde entra el emprendimiento? ¿Es de izquierda o es de derecha? En realidad tiene de ambos.
Otra de las paradojas de estos días es que estemos en aislamiento en plena era de interconexión digital. Pero parece que nos habíamos olvidado de la interconexión con los ecosistemas, con los recursos naturales: el agua, los bosques, el aire. ¿Cómo resolver esta desconexión paradójica en plena era digital?
En el libro Las ciencias de lo artificial, de Herbert A. Simon, se habla de cómo la sociedad se ha ido complejizando y cómo cada vez la estructura genera más interdependencia entre ciertos sectores, pero nos ha separado en cuanto al cooperativismo. En realidad, las sociedades menos complejas eran las más conectadas. Había más relación entre los vecinos, entre los pueblos, tenían que cooperar de forma más tangible para poder subsistir, mientras que ahora cada vez existen mayores barreras. Las sociedades han ido evolucionando en la era del capitalismo y se han vuelto sociedades bastante complejas. Conforme se da el desarrollo industrial la gente pasa del cooperativismo a trabajar en empresas. Cambia sus centralidades. Antes, la gente se desarrollaba cerca de donde vivía. Pero, con la revolución industrial, la gente debe trasladarse a su trabajo y regresar a su casa, y cada vez interactuamos menos con nuestro entorno cercano, a tal punto que ni siquiera conocemos los nombres de nuestros vecinos. Esto se ve mucho más radicalizado por las redes sociales, porque hacen este efecto burbuja, que nos hace encontrarnos cerca solo de las personas que son conocidas nuestras. Las barreras ya no son físicas sino virtuales. Pero en momentos de crisis como este, si bien pueden ayudar en cierto sentido, ya no existe esta idea de cooperativismo que existía en las comunidades que tenían que definir su supervivencia dependiendo de acciones colectivas.
Inty, tú vives en el Reino Unido, un país considerado del “primer mundo”. Su líder, Boris Johnson, al hacer esta entrevista, ha sido diagnosticado con síntomas de Covid-19 luego de que había negado con prepotencia la gravedad de la pandemia. Hay una gran contradicción entre los líderes mundiales -Bolsonaro, Trump, Johnson- que no distinguen entre manejar una crisis de esta magnitud y manejar sus imágenes personales y sus discursos con fines electorales, populistas. ¿Cómo ves estas contradicciones entre quienes toman las decisiones y nosotros, los seres humanos de a pie?
Boris Johnson ha sido diagnosticado con coronavirus. El futuro rey de Inglaterra, también. Y aquí en Reino Unido hay un debate sobre por qué a ellos se les detecta el virus tan rápido. Porque la lógica del sistema de salud británico para el común de los mortales es que tienes que quedarte en tu casa. No vayas al médico, no vayas a un hospital, si tienes síntomas solo quédate en la casa, y si se vuelve crítico, llama a emergencias. Mientras que las élites -el Reino Unido es una sociedad muy elitista- pueden saber que están enfermos, el resto de gente no. Se están rompiendo muchos paradigmas, veamos cómo reaccionan los medios tradicionales y cómo documentan esta información. Ahora, yo no veo muchas diferencias entre sociedades. Yo creo, incluso, que el ecuatoriano promedio es más educado que una persona acá. La diferencia tiene que ver con la inequidad. Quienes menos tienen tienen menos posibilidades de acceder a recursos, tecnología, educación, conocimiento, eso sucede acá también. Pero eso limita a sociedades como Ecuador, donde la inequidad es mayor y la pobreza es mucho más alta. Una gran diferencia entre ambas sociedades es la solidez de los sistemas acá, hay mucha credibilidad en los sistemas. A pesar de todo, la gente entiende que vivir en un sociedad en democracia significa tener este acuerdo social de mantener las instituciones que conforman el Estado, mientras que en Ecuador va decayendo la confianza en el sistema y en las autoridades, por la corrupción o la ineficiencia.
Bueno, si es necesario cambiar el paradigma, ¿cuál es para ti la alternativa cuando a todas luces la economía de mercado está en una inminente debacle?
Hacer negocios como se lo ha venido haciendo ya no es posible. Eso va a llevar a la sociedad a su destrucción. El business as usual, pensar que pocas personas o pocas familias tienen el derecho a tener todo el capital y todos los recursos, sin hacer parte de eso a la gente, tratando a la gente como si fueran solo empleados y no personas que necesitan también oportunidades para desarrollarse, es el paradigma que hay que romper. Hay que volver a ser cooperativos, hay que trabajar más en conjunto, menos en guetos. No es posible una sociedad en la que se dé una acumulación tan perversa. Esa forma de trabajar tiene que cambiar.
¿Cuáles son los obstáculos que has encontrado al implementar tu trabajo en Ecuador?
Toma más tiempo y hay que ser mucho más técnico. La confianza está rota entre grupos sociales en el país. Somos empáticos pero no confiamos. La confianza entre clases está rota y eso es, quizá, lo más difícil de enfrentar.
¿Cómo crees que los humanos contemporáneos estamos pensando la democracia?
Desafortunadamente los politicos en la actualidad no entienden estos paradigmas. No los ven como prioridad y perciben que para la gente tampoco son una prioridad, y eso no es cierto. Los grupos más jóvenes del país, las comunidades millennial y centennial, que son casi el 57% de la población, hemos nacido entendiendo que estos son los retos del mundo. Pero no hay un entendimiento claro de este problema en los grupos politicos actuales y no hay tampoco propuestas sólidas en ese sentido. El debate se ha estancado en teorías de los sesenta o de los setenta y no hay debates actuales de modelos de desarrollo en la era de la innovación distribuida.
¿Qué es eso?
La innovación distribuida se hace bajo cooperación, ya no de manera individual. Y si este es el principal problema en la sociedad estamos ante la causa raíz que explica por qué no podemos desarrollarnos.
¿Por qué Latinoamérica está apostándole tanto a políticas extractivistas como la panacea para, presuntamente, solucionar los problemas del subdesarrollo y acortar la brecha de la desigualdad? ¿Crees tú que el extractivismo es la solución?
Pudo haberlo sido, hace ya varias décadas. La época del boom de los commodities está llegando a su fin. Y no fueron solo los países latinoamericanos los que se subieron a este tren. El caso noruego es muy interesante. A finales de los cincuenta, Noruega era una sociedad pobre, y tomaron la decisión de enfocar su desarrollo en la extracción de petróleo y de gas. Noruega, poblacionalmente, es relativamente pequeño: son 5 millones de personas, pero ellos tomaron decisiones adecuadas al reinvertir los ingresos del petróleo en el desarrollo, en mejorar los otros componentes de la estructura económica del país, la educación, la investigación. El fondo soberano noruego es el fondo más grande a escala mundial basado en réditos petroleros, y eso hace que hoy sea una economía resiliente, que incluso está protegida frente a los bajos precios del barril de petróleo. En Ecuador no logramos transformar la riqueza petrolera en desarrollo, lo cual es evidente: ya son décadas que estamos extrayendo petróleo y no lo logramos. Incluso durante los 10 años con altos precios del barril de petróleo no logramos esa transformación. Queda poco tiempo del boom de los commodities como el petróleo. El Ecuador tiene que buscar hacia dónde va a enfocar su desarrollo en el corto plazo, porque la crisis del COVID nos esta mostrando cuán fluctuante se puede volver el precio del barril. Todo esto demuestra la necesidad de una transformación que se piense a largo plazo, porque el problema es que cada cuatro años queremos refundar la república y destruir todo lo que el anterior hizo sin ver qué fue bueno y qué fue malo. Para los políticos, la mejor estrategia para posicionarse es buscar un oponente y satanizarlo. Eso a ellos puede funcionarles, pero para la sociedad eso no funciona. Una lección aprendida es esa: es un momento de reinventarnos y por fin establecer un plan por lo menos a quince años.
Con respecto a la minería, sobre todo en la Amazonía, Inty, hay una arremetida extractivista sin precedentes en toda la región. ¿Es hora de revisar también esas actividades pensando en nuevos paradigmas productivos?
La premisa inicial como individuo es que no deberíamos realizar actividades extractivistas en áreas protegidas, en espacios vulnerables donde existen sociedades vulnerables como grupos no contactados, donde hay un alto nivel de biodiversidad. Sin embargo, hay que ser realistas y revisar cuáles son los acuerdos que el Estado tiene. Evaluar cuál es el costo de cerrar operaciones de forma unilateral. Una premisa muy clara debe ser no tener minería en estas zonas. No deberían permitirse nuevos contratos, se debería estudiar la opción de solo permitir minería bajo tierra con tecnología de alta calidad, nada de minería a cielo abierto. El Ecuador no se puede dar el lujo de deshonrar acuerdos como país, pero también puede tomar una decisión soberana de decir hasta aquí nomás, por proteger la naturaleza no se van a generar más contratos, y negociarlos bien. Que no nos pase lo que nos pasó con el petróleo. Ya no podemos conformarnos con que las empresas extractivistas hagan una escuela o una vía para la comunidad cercana. Debemos preguntarnos cómo van a repartir la riqueza y cómo van a ayudar a que se desarrollen las comunidades, en forma respetuosa, sin paternalismo y entendiendo qué es el desarrollo para esas comunidades.
Volvemos a la idea de la cooperatividad. ¿Es para ti la cooperatividad la alternativa?
Es un buen paso, porque es una estrategia de transformación y no de disrupción del modelo. La disrupción genera mucha pérdida, y no nos podemos dar el lujo de destruir y refundar la república, pero sí nos podemos repensar y usar conceptos propios: los sistemas de producción comunitaria, trabajar comunitariamente. Muy probablemente la respuesta esté en nuestros propios orígenes, en empezar a conocernos más en el pasado. La palabra minka demuestra que nosotros tenemos esa idea de cooperativismo y de trabajo que puede ser adaptada a los modelos de desarrollo. Podemos pensar nuestro desarrollo de forma interna en lugar de seguir buscando cómo copiar los modelos de otros países. Las lecciones aprendidas incluyen cómo desarrollarnos de forma cooperativa, comunitaria, pero pensando en el ambiente, minimizando el impacto ambiental. Esa puede ser la guía para el país.
Los más conservadores se preguntarían, entonces, ¿de qué comemos?
La economía circular es el concepto clave de desarrollo, y no se trata de dejar de producir, sino de reducir los desperdicios de la cadena de producción hasta llegar a cero. Eso genera oportunidades. Pasar de una economía lineal a una economía circular va a tomar un tiempo, pero si tenemos el norte claro, esa transformación puede generar réditos. Hay estudios que demuestran que no pensar en cambios hacia una economía circular va a tener afectaciones en el PIB de los países, pues todas las sociedades están apuntando hacia allá en la búsqueda de recursos. Ahí está la respuesta: no ir hacia los extremos. El concepto de economía circular sirve como premisa para pensar en generar desarrollo minimizando el impacto social.
El planeta parece agradecernos el habernos guardado y dejar de joderle. Las aguas se regeneraron casi de inmediato, el aire se ha purificado, los animales retoman ciertos espacios. ¿Valdrá la pena salir briosos cuando el aislamiento termine, para recuperar lo perdido durante estos días y devolver a todos esos animales y a esas aguas a la condición en la que estaban antes?
Desafortunadamente yo no creo que las sociedades vayan a lograr un cambio en el corto plazo, pero sí debe haber una reflexión sobre lo que le estamos haciendo al planeta. En el caso ecuatoriano, las aguas de los ríos están completamente contaminadas porque no tenemos sistemas de tratamiento de aguas. Los ríos del Ecuador se encuentran en estado crítico. Vivimos en una sociedad en la que la mayoría de la gente tiene un mamotreto de una tonelada y media como vehículo para mover a una persona que pesa 60 kilos, contaminando el ambiente. Todo eso se podría evitar si empezamos a usar una bicicleta. Entonces, sí se pueden hacer cambios en el corto plazo si la sociedad empieza a despertar. Y lo que estamos demostrando ahora va a servir como ejemplo para que las sociedades se vuelvan sostenibles.
Inty, ¿tienes hijos?
Sí, tengo una hijita de un año y medio.
¿Has imaginado el mundo que vivirá ella mietras crezca y cuando tenga tu edad?
Sí. De hecho, escribí un artículo pensándome como si fuese ella en el 2050 y fue un escenario muy triste. Pero yo creo que todavía hay una ventana de oportunidad de 10 años a nivel mundial. Y creo que Latinoamérica puede jugar un rol importante por ser biodiversa. Creo que hay una conciencia interesante en Latinoamérica. Tengo fe en las nuevas generaciones del Ecuador. Creo que tenemos que juntarnos y confiar más en nosotros para generar un cambio. Tenemos que subirnos en esta ola. La nueva ola que se viene es la del desarrollo sostenible, y ¿por qué no ponerle una marca de cooperativismo nuestra? ¿Por qué no soñar que en 10 o 15 años podemos convertirnos en un ejemplo para otras sociedades de cómo ser sostenibles? Estos conceptos no tienen bandera política. El cooperativismo y la sostenibilidad no son de izquierda ni de derecha. Mientras estén claros para todo político que venga, mientras sean nuestras máximas para la sociedad y exijamos que así sea, pueden ser una oportunidad para el desarrollo si empezamos a creer en nosotros mismos y a trabajar en conjunto.
Entonces, ese concepto tradicional de desarrollo quedaría atrás para dar lugar a este nuevo concepto, ¿no?
Sí. Imaginemos ciudades en las cuales tenemos agricultura urbana, que están llenas de árboles, que hay menos espacio para actividades contaminantes y más espacios para caminar y vivir en armonía con la naturaleza. ¡Hay que soñar y empezar a sentar ideales! Los japoneses piensan mucho en sentar un estado ideal y caminar hacia él. Muchas veces llegas todavía lejos de ese ideal, pero caminas hacia él. Yo estoy muy seguro de que eso es algo que nos gustaría ver: nuestras ciudades forradas de plantas y árboles. No pasará en el corto plazo, pero si queremos llegar hacia allá y trabajamos en conjunto, lo vamos a hacer posible.